22 December 2009

Epifanía machista

Conversación el 4 de enero del año 0 antes o después de Cristo, como más coraje os de...


- Mari, mira, que resulta que hay una estrella en el cielo que pa mí que si la sigo voy a conocer al salvador del mundo.

- Anda, Gaspar, déjate de pamplinas. Guarda el Astrono-Cefa, apaga ya Cuarto Milenio, y ayúdame a poner la mesa.

- Que no, Mari, de verdad, que hemos quedao el Balti, el Melchor y yo pa ir siguiendo a la estrella.

- Pero shikillo, si tú te pierdes en el Carrefour cuando cambian las cosas de sitio, ¿cómo vas a irte por ahí a seguir a una estrella? Además, se están enfriando las croquetas, y ayer estuve dos horas liándolas y empanándolas.

- Joé, Mari, nunca te tomas en serio mis cosas... Cualquier día cojo el camello y me voy.

Y la Mari se quedó pensando: "Bueno, por lo menos no me ha dicho que va a por tabaco". Y en esas estaba, cuando siguió su marido con los planes para año nuevo con sus amigotes.

- Pues sí, y dice Balti que aparte de los camellos, necesitaremos pajes... y un par de tapers con comida pa cada uno.



- Eso, muy bonito... Vosotros os montáis la fiesta, y aquí está la esclava, trabajando como un mulo.

- Mira, pues al mulo también nos lo llevamos, que alguien tiene que cargar con todos los tiestos.

- Míralo, qué machitos... todo son machitos... Ellos tres... los camellos... el mulo... los pajes... ¿Qué pasa? ¿Que sois unos misóginos? ¿Por qué no os lleváis camellas? ¿Eh? ¡Dime!

- Pues mira, Mari, no había caído en eso, la verdad...

- Claro, ¿qué vas a decir ahora? ¡Y un mulo! ¿Por qué no una mula? ¿Creéis que no pueden cargar tanto?

- Mari, perdona... No recordaba que eras sobrina de María Teresa...

- ¡¡Y a mucha honra!! Fer-nán-dez-de-la-Ve-ga, ¡pa que te enteres! Si mi tía se entera de esto, ¡se le salta la vena del cuello!

- Que sí, que sí... anda, déjate de sermones ahora... si yo sólo...

- ¡Pues te fastidias! Ya estás cogiendo alguna camella... ¡y a la mula! Y en vez de pajes te llevas.... No, mejor llévate pajes...

- Vale, Mari... me llevo lo que quieras, mujer... Seguro que a Nico no le pone tantas pegas su mujer... Él coge su trineo, y santas pascuas.

- Claro, porque ella se queda con los enanos.

- Por favor, Mari, no entremos en el tema de los enanos, que ya se dónde vamos a terminar... y, diga lo que diga tu madre, yo soy muy joven para tener hijos.


Y así fue que al final, Melchor Gaspar y Baltasar salieron el 5 de Enero del cero mil cerocientos cero cero, antes o después de Cristo, para seguir una estrella.

Tardaron 3 días en volver. Nadie sabe lo que hicieron en su viaje, aunque se sospecha que se fueron de... fiesta. Los tres llegaron con la lengua estropajosa, los ojos vidriosos, y muchísima hambre. Síntomas inequívocos de la consumición de sustancias extrañas. Su excusa fue que cruzaron dos veces el desierto en sólo 3 días, aunque obviamente eso no lo creyó nadie. Luego también se supo que Melchor perdió una cartera llena de monedas de oro, Gaspar venía oliendo a incienso (su mujer lo detectó al instante, puesto que ella sólo usaba lavanda para perfumarse), y Baltasar perdió una cajita misteriosa que, según él, contenía mirra.



Ante todo esto, las tres esposas pidieron el divorcio, apoyadas por María Teresa. Gracias a la intercesión de ésta, en el juicio se quedaron con los tres palacios, los tres camellos... y tres pajes para cada una. Con lo que a nuestros 3 desahuciados amigos sólo les quedó a cada uno una paj... no, mejor una mula.




Saludos.

18 December 2009

Sobre sitios fashions

Suelo desayunar a diario en la cafetería sita en mi lugar de trabajo. No es el lugar más elegante del mundo. No sirven el mejor café de los alrededores. Y mucho menos tienen las mejores tostadas. Es un bar normal y corriente, con su barra metálica, su mostrador con bollería, su cafetera ruidosa, sus tiradores de cerveza... Y sobre todo, con dos camareros de los de siempre. De esos que te dan los buenos días, te sirven, y te hablan del tiempo, del partido del Betis, o de los cortes de tráfico por culpa del tranvía. Esos que, cuando eres habitual, te llaman por tu nombre y te preguntan qué tal el día, y nada más asomar por la puerta del bar ya te están preparando "lo de siempre" para tu desayuno. E incluso esos que acaban contándote chistes malos y de muy mal gusto, pero te tienes que reír aunque no quieras.

¿Y a qué viene esto? Pues lo primero es que quería escribir alguna vez sobre Fali y Luis. Y segundo, que el fin de semana pasado estuve en la chocolatería más fashion que he pisado en mi vida, y fue una experiencia.

Al llegar a sitios de esta índole, siempre me sorprendo de los muebles y la decoración. Hay una regla que no suele fallar: cuanto más extrañas sean las luces del sitio en cuestión, más caro es. En este caso, la iluminación consistía en curiosas bombillitas colgadas de largos cables del techo, de tal forma que quedaban justo a la altura de la jeta de los clientes. Así, para hablar con quien tienes al frente, debes hacerlo sorteando tan artístico artilugio.

La segunda clave está en las mesas. En un bar de los de siempre, suelen tener platos de un tamaño normal, colmados de comida, sobre una mesa de un tamaño razonable. Los locales más fashion suelen tener mesas minúsculas en las que albergar unos platos inmensos, en los que se colocan las insignificantes delicatessen con que nos deleitan, allí en el centro, solas y desvalidas, con formas extravagantes y chorreoncillos de líquidos varios dibujando garabatos. Es como si te sirvieran las sobras de la comida del perro, en la única fuente limpia que les quedaba.

Pues bien, en la chocolatería las mesas eran pequeñas, las luces estaban a la altura de los ojos, y el dueño era un cruce entre Victorio, Lucchino y Nacho Duato.

Tras acomodarnos con mucho ademán y mucha pseudo-sonrisilla, procedimos a leer la carta. El día era frío, así que lo que más se nos apetecía era una taza de chocolate calentito, y una conversación agradable. Bien. La conversación estuvo bien. Pero la cara que puso Nacho Lucchino cuando le pedimos chocolate caliente fue de foto, o de cuadro de Picasso, más bien. Manos a la cabeza, y sonrisa sabionda: "¡¡El chocolate nunca se sirve caliente!! ¡¡Pierde el sabor!! Lo suyo es servirlo y que al beberlo se derrita en tu boca, provocando la liberación de los sabores..." En este punto desconecté. Mientras Victorio Duato se lanzaba a una disertación interminable sobre las maravillosas ventajas del chocolate frío, yo sólo podía pensar en una humeante y deliciosa taza de chocolate caliente, alejándose en el horizonte.

Cuando volví al mundo real, el susodicho modisto-chocolatero seguía a lo suyo con no se qué del cacao venezolano. Entonces me asaltó un inquietante pensamiento: "Si forma esto al pedirle una taza de chocolate caliente... ¿qué no habría dicho si le llego a pedir media ración de churros?".

Seguidamente nos ofreció una botella de agua para que no se mezclaran en nuestro paladar los sabores de los distintos chocolates. Según él, nos ofrecía "la mejor agua de España, con la que él elabora los chocolates, por ser de una mineralización especialmente baja... un agua excelente por sus propiedades especiales..." Y justo cuando esperaba que me dijera que era agua del manantial secreto de las montañas nevadas de una sierra perdida de los Apeninos... Justo entonces, es cuando te suelta a bocajarro: "Es agua Bezoya". Y ya ahí por poco no me da un chungo. Perdona, yo pensando en manantiales secretos, ¿y tú has traído ese agua maravillosa del Mercadona de la esquina? ¿Y me la vendes como si fuera el Santo Grial? ¿Agua Bezoya? ¿Que rima con... carpeta? ¿Que es muy buena para... la espalda? ¿Esa agua Bezoya?

Y entonces me dio por mirar a mi alrededor. Los muebles incómodos. La iluminación incómoda. El chocolate frío... Todo parecía hecho para la satisfacción personal de mi amigo Nacho Lucchino. Para el disfrute de su ego. No te sentías a gusto, en un lugar acogedor, sino en una especie de museo en el que el camarero se las daba de artista. Y no me gustó.

Es decir, el chocolate estaba exquisito. Todos los que probamos. Merece la pena ir. Es más, diría que es casi imprescindible ir si se está en Sevilla. Pero no invita a volver. Al menos no a mi. Te vas sintiendo que has probado sabores espectaculares, que has disfrutado de todos y cada uno de los tipos de cacao. Piensas en la experiencia: en lo peculiar del dueño, en la decoración, el ambiente tan chic. Pero no te vas pensando en volver.

Al menos yo no voy a volver por voluntad propia a un sitio en el que siento que lo más importante no es el cliente, sino el producto en sí, y su genial creador. Un lugar diseñado para alabar las excelencias del chef, para engrose de su ya abultado ego, y no para el disfrute y bienestar de los clientes.

Y en mitad de la chocolatería más elegante y exclusiva de Sevilla, me sorprendí pensando en Fali y Luis. En su café chungo, sus tostadas chiclosas y su aceite del Supersol.

Un saludo.

14 December 2009

Sobre soledades

Hundías la cabeza entre tus hombros desnudos, y tus ojos naufragaban entre el alcohol y los hielos del vaso que mecías entre tus manos. Mis ojos iban de la sucia barra de madera a mi vaso medio vacío, paseándose en el camino por los escotes que iban y venían frenéticamente sirviendo bebidas.

Te miré un par de veces. Incluso a los ojos. Y una de esas veces tropecé con tu rimel corrido y el carmín carcomido por el borde de tu copa. Tus caderas preguntaron si iría y mis manos respondieron por qué no. Horas después ese rimel manchaba tu almohada, y lo que quedaba de carmín se evaporaba en el aire cargado de esa habitación de hotel.

La soledad es menos sola si comparte sábanas con otra soledad. Mejor ser nosotros una sóla noche, que ser sólo yo otra noche más. Aunque el amanecer nos alcance en calles separadas. A pesar de que el sol guíe nuestras malas sombras a distintas alcobas, de paredes grises y ventanas con vistas al océano desierto de la atestada ciudad. Seamos esta noche lo que no seremos nunca, que un día vendrá la noche eterna con su eterna soledad.



Un saludo.

04 December 2009

Historia de amor

A veces no hacen falta dos horas y media de metraje para narrar la historia de amor más hermosa posible...




Hace tiempo escribí este texto:


"Fue ayer. Y parece que ha pasado toda una vida.

Fue ayer y siento que te conozco como si me hubiera dormido en tu pecho los últimos 40 años. Como si hubiese compartido contigo cientos de sonrisas, de enfados, de desayunos precipitados, cenas plácidas, carreras, paseos, peleas, reconciliaciones...

Y sin embargo fue ayer cuando reuní todo el valor que me quedaba, y un poco más que no sé de dónde salió. Fue ayer cuando ese valor se esfumó de golpe, como si nunca hubiera existido, cuando me miraste. Y por fin, fue ayer cuando tomé tu mano entre las mías y me prometí dejar mi vida antes que ese tesoro.

Y ahora te observo embobado, como ayer. Tu sonrisa sigue intacta, si acaso más cálida aún. Tus ojos mantienen esa chispa de pasión e inteligencia que ayer me desarmaron. Tus hombros desnudos son el sostén de mis esperanzas. Tus manos finas, delicadas, pequeñas, tus brazos delgados, son mi coraza. Tu cintura es mi asidero cuando en alta mar azota la tormenta. Y tu cabello despeinado sigue siendo, como anoche, la red donde quiero dejarme atrapar mil y una noches más.

Fue ayer. Y parece que ha pasado toda una vida.
Fue ayer aunque me repitas que ya no somos unos niños. Aunque tengamos ya algunas canas. Aunque mientras nos cogemos de la mano, en la otra sostengamos un bastón por culpa de estas malditas piernas, que se empeñan cada mañana en no querer caminar más. Fue ayer, por más que lo contradigan las fotos en blanco y negro de la cómoda, tu lumbago y mi reúma juntos.

Fue ayer, aunque el mundo haya girado ya tantas veces alrededor del sol. Fue ayer porque mi mundo apenas ha comenzado a dar vueltas como loco a tu alrededor."



Un saludo!