06 June 2012

Show must go on

Hay días en los que tienes ganas de tirar de la manta y mostrar lo que hay debajo a todo el mundo. Gritar a viva voz todo lo que sabes que se oculta en la oscuridad tibia del lecho que es a la vez cuna y tumba de quien yace en él. Desvelar tanta mentira, tanta hipocresía, tanto cinismo cocido en ese vaivén de miasmas que fluye entre las sábanas del mundo que te rodea.

Porque a veces te sientes ridículo en mitad de este circo que han montado a tu alrededor, y en el que se suceden los números de trapecistas, payasos, domadores, ilusionistas... en torno a ti, pidiendo tu aplauso cómplice, o tu participación activa en aras de una mayor diversión, de un espectáculo aún más grandioso. Pero desde donde estás puedes ver perfectamente los trucos. Sabes que hay hilos finísimos sosteniendo a los trapecistas. Has visto cómo se compraban las risas de algunos espectadores para que el show de los payasos parezca gracioso porque otros se ríen. Has comprobado con horror que cuando el león bosteza, no hay ni un solo diente adornando sus fauces. Y puede que incluso tú mismo ayudases (adrede o por simple vergüenza ajena) en algún momento al ilusionista, haciendo caso omiso al as de corazones que asomaba por su manga.

Y muchos días quisieras arrebatarle el bastón al maestro de ceremonias de un empujón, y hacer que tu voz se oyese por encima de todo el estruendo de esperpentos, fanfarrias y atrezzo de cartón piedra. Quisieras que todo se parase, que un silencio mortuorio cayese como un telón rojo y denso sobre todo lo que tu vista abarca. Y cuando todo estuviese en calma, desearías empezar, uno por uno, a contar los trucos de todos, a enseñar a todos lo que ocultan los trajes excesivamente anchos de los payasos, y las risas excesivamente contraídas de las bailarinas. Quisieras destapar tanta mentira, tanta apariencia estúpida. Quisieras que todos dejasen de simular que creen lo que ven, o lo que les muestran. Que esa hipocresía que parece ordenar y armonizarlo todo se haga añicos, y que todos digan, de una vez, que están tan hartos como tú de tanta pantomima y tanto engaño consentido.

Quieres tirar de la manta que cubre este mundo ridículo que montamos un poco entre todos, desmontarlo pieza a pieza para volver a montarlo de otra forma. No sabes si mejor o peor, pero sí de otra forma.

Y sólo hay una razón que te impide hacer eso: imaginar las miradas sorprendidas de los demás. Pero no sorprendidos por todo lo que estaba oculto y ellos desconocían, sino sorprendidos de que alguien sea tan inconsciente como para inmolarse estúpidamente en un intento futil por airear esa habitación con olor a cerrado. Sorprendidos de que alguien no pueda respirar en ese ambiente putrefacto de dientes sucios y alientos pegajosos. Piensas que seguramente durante un segundo todos se mirarán a los ojos por primera vez. Quizá algunos, los más honestos (o los menos cínicos) incluso  reconocerán íntimamente su vergüenza en los ojos en los que se reflejen. Pero ese instante pasará. Y todos, poco a poco, volverán a cerrar los ojos, a echarse la manta por encima, y a seguir durmiendo.

Al fin y al cabo, pase lo que pase, "the show must go on".


Un saludo.