27 February 2012

El pueblo contra el pueblo

And the winner is...

Lo que está claro es que el pueblo no.

Es esta una época de mucha agitación, incluso ideológica. Muchos pensábamos que no viviríamos algo así jamás. Veíamos, y nos veíamos, a todo el mundo demasiado adormecidos, aborregados, apáticos. Muchos mirábamos hacia delante en la senda que estamos fabricando, y nos horrorizábamos. Pero este miedo era momentáneo. Era como un murmullo de fondo, un tétrico salmo murmurado por tu conciencia en voz baja, del que sólo se distinguían las palabras cuando todo estaba en silencio. Pero hace mucho que el silencio apenas existe. Todo a nuestro alrededor es ruido. Desde el despertador que nos arranca de la cama con aún apenas consciencia, hasta el "late night" que nos adormece para acostarnos con una sonrisilla estúpida en la cara. Todo es ruido ensordecedor: los coches del atasco para acudir a un trabajo en el que las cafeteras, fotocopiadoras, teclados, reuniones, motores de máquinas, horarios, fechas de entrega, clientes, superiores, subordinados, responsabilidades, preocupaciones inmediatas ("qué hago de comer mañana", "hoy toca gimnasio", "¿dónde vamos este finde?")... Todo es ruido, ahogando ese runrun impreciso y constante de la conciencia.

Decía que muchos no pensábamos ver y vivir algo así, y parece que nos equivocábamos. Aunque siempre preveemos esa nefasta posibilidad de que lo surgido en los últimos meses se diluya, esa parte idealista, inconsciente e idiota que tenemos nos hace pensar que sí, que esta es la buena, que podemos hacer algo.

Nos agrupamos, nos sentimos una pequeña parte de un movimiento enorme de gente que desea en esencia lo mismo. Ese sentimiento de no estar aislados, de incomprensión, se desvanece. Hay mucha gente ahí fuera que quiere lo mismo, que piensa parecido, y que cree que un movimiento pacífico puede conseguir algo. Obviamente hay quienes no desean nada de esto, sino todo lo contrario. El sistema está perfectamente tal y como lo tenemos montado. Yo vivo bien ahora, no pienso en un "nosotros", y mucho menos en un "mañana".

Desde el principio se planteó el movimiento como una lucha del pueblo contra el sistema tal y como lo conocemos. Pero no se hablaba de destruir el sistema, sino de cambiarlo, de poder participar en él, hacerlo mejor dentro de nuestras posibilidades. No había una organización oficial, no se movilizó un sindicato, ni un partido. Se movilizó la gente. Los ciudadanos que, hartos de años viendo llover tras el cristal, decidieron mojarse. Era un movimiento, no de indignados, sino de gente que está hasta los cojones (con perdón).

Todo muy bonito, sí. Hasta que el sistema, o mejor dicho: quienes se aprovechan y viven de él (y de nosotros) dijeron basta. Esto había que pararlo. Una cosa es una huelga general de un día, o una movilización de 3 o 4 chalados pidiendo salvar el ornitorrinco rallado, y otra muy distinta es permitir que de ese movimiento ciudadano salga algo. Se comenzó ninguneando el movimiento ("Son cuatro gatos"), luego se siguió menospreciando a quienes estaban en él ("Son cuatro perroflautas"), y se hizo lo imposible por manipular la imagen de ese grupo de ciudadanos que pasaron a ser "antisistemas", "okupas", "vagos", "hippies"...

Y por último se pasó a la fuerza bruta. Porque se da el caso de que el estado es el único con potestad para ejercer la violencia, aunque ésta sea ejercida contra el pueblo, y sea el pueblo el que le da el poder al estado (de ahí lo de "democracia"). Paradójico, ¿no? Y de hecho es lo que sucedió. El sistema no se mancha jamás las manos. Es el pueblo el que se envía a combatir al pueblo. Pero eso se disfraza de algo distinto: "policías vs alborotadores", o "perros del estado vs la ciudadanía indefensa", o "agentes uniformados vs sucios perroflautas okupas", o "el estado vs los enemigos", y así según quién pague a la publicación en cuestión. El caso es crear dos facciones diferenciadas dentro de lo que antes era, simplemente "el pueblo".

Y ya tenemos montado ese juego tonto del "y tú más", donde ambas partes tienen algo que decir. Si un policía le deja a alguien una marca morada de 20 centímetros en las costillas, o si empotra a dos chavalitas contra un coche en marcha de un empujón es porque ese alguien le ha insultado, o le ha dado una patada, y hay otros diez agentes que corroboran la declaración. Si un descerebrado arranca a patadas una papelera y se la tira a la cabeza a un policía, es porque éste golpeó salvajemente a su abuelita ciega (son ejemplos, pero no se alejan mucho de algunas de las cosas que se han leído y visto últimamente). Y, como digo, ya está montada la nueva guerra "Pueblo vs Pueblo".

Mientras, el sistema sigue funcionando como hasta ahora. Con la riqueza igual de bien repartida, el poder igual de bien gestionado gracias a los votos de la ciudadanía, la justicia siempre ciega y nunca condicionada por quién paga y el mundo, en resumen, girando igual de armoniosamente que hasta ahora. Mientras, los de siempre, los que ven el circo desde el palco presidencial, se descojonan con su copa de vino en una mano, mientras cierran el puño de la otra, estiran el pulgar, y apuntan hacia abajo.

Y siempre me queda la duda: ¿qué pasaría si esos que dicen cumplir órdenes, y defender a los ciudadanos, y mantener el orden, deciden un día abrir los ojos y se dan cuenta de que se han equivocado de enemigo? ¿Qué harías si alguna vez eres consciente de que el enemigo es quien te da las órdenes? ¿Qué pasaría si ese "pueblo" que critica a los que se movilizan, en lugar de quedarse impávidos ante el televisor, alguna vez ve que lo que defienden con su apatía es su propia miseria? ¿Qué harías si te das cuenta algún día de que esos sucios perroflautas están luchando también por ti?


Un saludo.