28 September 2009

Libros

Me gusta la lectura. Es una de mis mayores aficiones. Pero no como la frase hecha que suelta algún elementillo, mientras en su mente se dibuja el logotipo del "Hola" o del "20 Minutos". Yo disfruto del momento, de esa especie de ritual pagano en el que tomo un libro entre las manos, me siento tranquilamente y lo saboreo. Como quien paladea un helado de chocolate, o una de esas mini-chuflas de colorines, nombre de compuesto farmacéutico y precio desorbitado, que ahora llaman "arte gastronómico" o "nuvel cuisín a la española, y olé".

Decía que me gusta la lectura, la disfruto. Cada buen libro se convierte en una serie de sensaciones que te mecen, te llevan de un lado a otro, y te transforman en lo que el autor quiere que seas en ese momento.

Yo comencé esta andadura siendo un fraile con borrico. Más tarde me pusieron gafas y me mudé a Carabanchel (Alto). Al poco me metí a aprendiz de pirata de Long John Silver, para luego embarcarme en el Pequod con un arpón en una mano y el hombro de Queequeg en la otra. Luego fui un detective en pleno Barcelona, por aquel entonces todos me llamaban Flanagan. Aunque al poco quise conocer mundo y le di la vuelta en 80 días, tras pasar 5 semanas en globo. Jamás olvidaré las maravillas que encontré en el centro de la tierra, y en las 20.000 leguas que recorrí bajo el mar. Viajes alucinantes que compaginaba con mi trabajo de asistente y amigo de dos señores inteligentísimos: Monsier Poirot y Mister Holmes.

Al crecer, me vi en el Madrid de Lope, de mozo de un asesino a sueldo y soldado... De acuerdo, no era el hombre más piadoso, ni el más honesto... Pero era un hombre valiente. Y eso es más de lo que puede decir la mayoría de los presentes, incluido un servidor. A la vez que ayudaba a mi amo a despachar herejes, sobrevivir a emboscadas y aprender a vivir, me acercaba tímidamente la poesía del 27, y del 98.

Ineludible fue mi paso por escudero del más loco y clarividente caballero andante de todos los tiempos.

Luego viví cien años de soledad, justo antes de quedarme ciego, y contemplar el mundo desde una tiniebla blanquecina. Fui testigo de la más genial conjura jamás ideada, y de cómo arden las vanidades del mundo civilizado. Participé en una rebelión liderada por unos cerdos comunistas (con perdón de la expresión), y viví brevemente en lo que supuestamente debería ser un mundo perfecto.

Y mil historias, aventuras, reflexiones, amores... Que dan para mil y un blogs como este. Y mil más que espero experimentar sólo por sentir ese olor a libro nuevo, esa sensación de que algo increíble está a punto de suceder ante mis ojos. Sólo por vivir.

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