Me gusta la lectura. Es una de mis mayores aficiones. Pero no como la frase hecha que suelta algún elementillo, mientras en su mente se dibuja el logotipo del "Hola" o del "20 Minutos". Yo disfruto del momento, de esa especie de ritual pagano en el que tomo un libro entre las manos, me siento tranquilamente y lo saboreo. Como quien paladea un helado de chocolate, o una de esas mini-chuflas de colorines, nombre de compuesto farmacéutico y precio desorbitado, que ahora llaman "arte gastronómico" o "nuvel cuisín a la española, y olé".
Decía que me gusta la lectura, la disfruto. Cada buen libro se convierte en una serie de sensaciones que te mecen, te llevan de un lado a otro, y te transforman en lo que el autor quiere que seas en ese momento.
Yo comencé esta andadura siendo un fraile con borrico. Más tarde me pusieron gafas y me mudé a Carabanchel (Alto). Al poco me metí a aprendiz de pirata de Long John Silver, para luego embarcarme en el Pequod con un arpón en una mano y el hombro de Queequeg en la otra. Luego fui un detective en pleno Barcelona, por aquel entonces todos me llamaban Flanagan. Aunque al poco quise conocer mundo y le di la vuelta en 80 días, tras pasar 5 semanas en globo. Jamás olvidaré las maravillas que encontré en el centro de la tierra, y en las 20.000 leguas que recorrí bajo el mar. Viajes alucinantes que compaginaba con mi trabajo de asistente y amigo de dos señores inteligentísimos: Monsier Poirot y Mister Holmes.
Al crecer, me vi en el Madrid de Lope, de mozo de un asesino a sueldo y soldado... De acuerdo, no era el hombre más piadoso, ni el más honesto... Pero era un hombre valiente. Y eso es más de lo que puede decir la mayoría de los presentes, incluido un servidor. A la vez que ayudaba a mi amo a despachar herejes, sobrevivir a emboscadas y aprender a vivir, me acercaba tímidamente la poesía del 27, y del 98.
Ineludible fue mi paso por escudero del más loco y clarividente caballero andante de todos los tiempos.
Luego viví cien años de soledad, justo antes de quedarme ciego, y contemplar el mundo desde una tiniebla blanquecina. Fui testigo de la más genial conjura jamás ideada, y de cómo arden las vanidades del mundo civilizado. Participé en una rebelión liderada por unos cerdos comunistas (con perdón de la expresión), y viví brevemente en lo que supuestamente debería ser un mundo perfecto.
Y mil historias, aventuras, reflexiones, amores... Que dan para mil y un blogs como este. Y mil más que espero experimentar sólo por sentir ese olor a libro nuevo, esa sensación de que algo increíble está a punto de suceder ante mis ojos. Sólo por vivir.
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