13 October 2012

Nuevos ojos

Soy miope desde que tengo uso de razón. Curiosamente los adultos nos empeñamos en auto-convencernos de que cuando perdemos la lucidez, imaginación y cordura infantiles, ganamos eso del "uso de razón". Y a mi me parece que es justo al contrario, que al olvidar eso que nos convierte en niños, perdemos la poca razón con la que nacemos.

El caso es que llevo gafas desde los trece años. Eso no me hace especial, ni mucho menos. Pero sí que me ha permitido experimentar cosas que los que gozan de una vista perfecta desconocen por completo. Por ejemplo qué se siente al llevar un artilugio más o menos liviano apoyado en las orejas y la nariz. O  cómo se ve todo a través de una huella dactilar en el cristal derecho y varias motas de polvo en el izquierdo, o viceversa. O esa primera vez en que te das cuenta de que eres miope. Esa visita al oftalmólogo y esa máquina que va intercambiando cristales a la par que tu boca se entreabre de asombro al comprobar que hasta ahora no veías con claridad, aunque no lo sabías. Aunque quizá lo más extraño de todo sea el hecho de acostarse cada noche, y despertarse cada mañana.

Los miopes disfrutamos de dos anocheceres y dos amaneceres diarios. El primer anochecer es leve, parcial, un quiero y no puedo en el que dejas atrás la realidad concreta y te sumerges en un mundo de bordes difusos, entre el sueño y la vigilia. Es el mundo a través de las dioptrías de tu vista desenfocada. El segundo anochecer es el que todos conocen, sean miopes o no. El definitivo, el que funde a negro la vida hasta la mañana siguiente.

Los amaneceres son iguales, pero a la inversa. Es una forma de regresar del mundo onírico de la noche en dos etapas. La primera te presenta un paisaje de colores apagados y líneas borrosas. Una vida cómplice, desperezándose de tu sueño. Un mundo algo más triste e indefinido que el real. El segundo despertar es el que te regalan las gafas, que provocan una inundación de formas precisas, líneas definidas, colores vivos. Tus ojos descubren más luz, más vida en lo que te rodea. Lo ven todo como si jamás hubieran visto nada antes de ponerte las gafas.

Soy miope desde hace bastante tiempo, y estoy acostumbrado a todas estas sensaciones. O eso creía. Pero de repente llega alguien que, al igual que el oftalmólogo hace años, se coloca ante tí y te descubre un mundo absolutamente nuevo. Ves las mismas cosas, siguen estando ahí donde siempre estuvieron,  pero las ves mejor. Ese alguien te regala un mundo nuevo que no es más que el antiguo visto con nitidez, como si se acabara de crear (de re-crear) y vivieras un nuevo génesis ante tí, redescubriendo cada una de las cosas que veías antes y no conocías. Esa persona no te da una receta para un colirio, o una recomendación para una óptica. No te recomienda usar lentillas o gafas. No te obliga a comprarte algún artilugio que otorgue a tus ojos esa nueva capacidad de visión. Esa persona te dona sus propios ojos, su misma visión, su genuina perspectiva a la hora de enfocar la vida. Esa persona te regala sus sentimientos a la hora de descubrir tu mundo, hasta ahora nuevo y desconocido para ella. Esa persona te regala una nueva vida: su vida.


By @Aniaga



Un saludo.


PD: gracias por enseñarme Italia por primera vez en tu vida.